Ese sábado, apenas llegué a casa, sucedió que mientras mi mamá me anunciaba por teléfono que su amiga Ana había sufrido un accidente cerebro vascular de carácter irreversible y estaba en coma clínico, nuestro nuevo monitor LG, modelo FLATRON L1750S LCD de pantalla plana con TFT de matriz activa de 17 pulgadas, comprado hacía cuatro días en un hipermercado, a pagar en cómodas cuotas hasta el 2008, se apagó frente a mis narices.
Por supuesto, la noticia recibida me permitió minimizar la tragedia tecnológica. No me importaba en absoluto el monitor: estaba tratando de asimilar la no muerte de Ana, ese desenlace puesto en pausa, esa pausa llamada coma. Andrés, por su parte, se puso a putear contra su suerte, que siempre me pasa lo mismo a mí, que qué mala leche, que te dan tres días de prueba y se rompe al cuarto día, que siempre soy yo el boludo que hace la estadística.
Nos fuimos a dormir cabizbajos. A la mañana siguiente, mientras resolvíamos ir al supermercado a intentar que nos cambiaran el FLATRON, e imaginábamos diálogos del tipo: “Miré, Sr., este monitor que Ud. nos vendió, duró menos que un FLATRON…”, a mí me agarró un ataque de llanto y estuve así varios minutos, tirada en la cama, sintiendo la necesidad imperiosa de comunicarme con mi amigo Rafa, el hijo de Ana, pero sin saber qué decirle. No había vuelta atrás, pero no se sabía a ciencia cierta cuándo iba a suceder. No había posible devolución a la vida, y la restitución en cuotas de ciertos órganos, mediante la donación, no ofrecía el más mínimo consuelo. ¿Qué decir, en momentos como ese? Estaba a punto de resignarme a un silencio cobarde y culposo, cuando súbitamente empecé a recordar, como en un rewind, distintos episodios de nuestra amistad.
Tengo veintiocho años… tengo veintiuno…quince…siete u ocho…
Tengo seis o siete años. Aprovechás nuestra visita para pedirnos que completemos tu actividad de trabajos prácticos. Nosotras, encantadas, te hacemos los deberes, recortamos, armamos y pegamos en tu cuaderno banderitas latinoamericanas de papel glacé. Más tarde, jugamos a emborracharnos con coca cola, y nos reímos y nos tentamos tanto, que escupimos gaseosa hasta por la nariz.
Tengo cinco o seis años. Tus hermanas idean la puesta en escena de la canción de Los Tres Alpinos, en versión todos-mueren-y-resucitan-y-nace-un-alpinito. Se reparten los roles. Sos el único Alpino entre todas las mujeres, entonces cantamos: “Era UN alpino, que venía de la guerra…”. Eugenia es la princesa. Virginia es el Rey. Juliana es el alpinito que entra gateando al final. Constanza se encarga de la iluminación y el vestuario. ¿Y yo? Yo, desde entonces, siempre elijo hacer de extra.
Tengo cuatro o cinco años. Nuestros viejos cenan juntos en tu casa y se quedan tertuliando hasta tarde. Me quedo dormida en un sillón del living. Me despierta Eugenia. Dice mamá que ya nos vamos. Eugenia y vos, felices, fascinados, me cuentan, mientras mamá me pone la campera, que estuvieron jugando con la casita de cerámica. Esa que estaba en el living de tu casa, entre tantos adornos y adornitos, esa casita de cerámica, hueca, con su chimenea. Habían estado jugando a introducir fósforos humeantes por la puerta de la casita y entonces, la magia, la magia salía por la chimenea. Háganlo otra vez. No hay más fósforos. ¿Estuvieron jugando con fósforos? Chicos, tengan cuidado. Háganlo otra vez. No, ya nos vamos. Y la envidia, y los celos, y la bronca por haberme quedado dormida, fueron de los sentimientos más intensos de aquellos años.
Me sentí mejor, respiré tranquila, tomé el celular de Andrés y tipié: no se pude decir mucho en momentos como este, rafa. solo quiero que sepas que te quiero mucho, hermano. lu. La respuesta tardó unos minutos pero me devolvió el alma al cuerpo: GRACIAS, LULIII. me llegas hondo. lo sabía, pero es bueno que me lo recuerdes. yo también a vos. abrazo, r. Seguí llorando un rato, y después me fui al hipermercado, donde, por suerte, nos cambiaron el monitor.
8 comentarios:
Luchy
Ayer te había dejado un comentario en este texto pero cuando le di a enviar desapareció texto y comentario...jejejeje nunca supe adónde fue a parar.
Qué bueno que lo volviste a subir!
Me gustó tu manera de contar los acontecimientos. Y es cierto Luchy, en esos momentos uno no sabe qué decirle a la otra persona y a veces peca diciendo una tonteria. A veces, lo mejor es un silencio seguido de un abrazo.
Un beso, lu
Vero!!!
Sí, subí el texto, lo bajé, lo volví a subir... Estaba indecisa.
No hay nada mejor que un abrazo, pero a veces las distancias físicas imponen las palabras. No te voy a explicar eso a vos...
Abrazo!
Lu
ah!! y no es pecado decir tonterías, el que tiene boca se equivoca, etc.
y el que tiene celular también se equivoca (en el próximo post, ampliaré).
beso!
La vida no tiene garantía...
Ninguna de mis siete vidas tiene garantía.
Una lástima, y ya voy usando la última...
Lu..te acordás de: "pero...es un cucú cucú?!!..."
y nuestras miradas y risas! ja.
te quiero mucho.."el alpinito que entra gateando"
Hola, Juli!!!!!!!!!!!!!
Claro que me acuerdo!
No sabía que seguías leyendo mi blog. Gracias, hermanita!
TQM!!!
Lu
LOCA
TE COMPRASTE UN MONITOR DE LSD
TE FELICITO PERO OJO CON LOS EFECTOS SECUNDARIOS
SALUDOS
CAPSLOCK
CAPS!!!!
hola!
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